Hay gente que me deja mensajes extraños. Probablemente sean intentos de llamar la atención, pero tengo que desilusionarlos, pues no contesto a sandeces. Aunque de eso ya se van dando cuenta por sí mismos.
Valoro cada cosa según mi propio baremo, es decir, adjudicándole la importancia que realmente merece.
Si me dedicara a rumiar todo lo malo que hay y todos los intentos de ataques que recibo, me perdería muchas otras cosas que son las que de verdad merecen mi atención y dibujan sonrisas en mi cara.
A día de hoy nadie puede afirmar haberme visto atacada por la ira, escupiendo veneno y rabia, perdiendo el control o comportándome como una energúmena.
Hay cosas que no merecen el esfuerzo, por más que se empeñen.
Y no se trata ya de una cuestión de ejercer el autocontrol, sino de darles el valor que tienen, es decir, ninguno.
¿Habéis visto qué sol tan magnífico brilla hoy sobre Madrid? Pues eso es infinitamente más importante ;)
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