Resulta curioso comprobar que no tienes absolutamente nada en común con personas con las que hace pocos meses pensabas que sí.
Tal vez esas personas hayan cambiado, o quizás no existan cambios y eras tú quien veía en ellas lo que deseabas ver.
Sea como sea, todo el mundo tiene derecho a tomar el camino que desee.
Lo realmente agradable es cuando empiezas a observar a alguien en quien, por el motivo que sea, no te habías fijado antes y descubres un diamante en bruto o un cabujón esperando pacientemente a ser tallado.
Y es que no hay nadie infalible. Nadie. Todos nos equivocamos. Y no pasa nada por reconocerlo y rectificar. No sólo no se acaba el mundo sino que es muy sano asumir los propios errores y seguir avanzando.
No puedes encadenar a quien no desea ser encadenado ni ayudar a quien no desea ser ayudado.
Nada más volver a Madrid he coincidido con alguien que me ha sorprendido. ¿Quién sabe? El tiempo dirá :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario